La creación manual de "cositas" siempre ha sido una hiperfijación ocasional a través de mi vida. Desde el colegio, tiempo antes de entrar a estudiar arquitectura, ya disfrutaba pegar, cortar, rallar, etc. Esta hiperfijación despertó nuevamente al momento de representar las partes del cerebro en base a sus funciones.
El objetivo era aprender cómo se distribuyen las funciones cerebrales dentro de los distintos lóbulos y glándulas. Para eso debía estudiar la anatomía del cerebro humano, identificar sus partes y funciones y posteriormente recrearlas. Y el material con el que debía recrearlo era principalmente plastilina, entre algunos otros insumos.
Apenas toqué la plastilina me emocioné, llevaba años sin usar plastilina. Sin embargo, esta actividad era colaborativa en grupo. Por es, aunque nos llevábamos muy bien, me sentí en la necesidad de ajustar mi comportamiento a la dinámica de trabajo con el equipo.
El cerebro didáctico que conseguimos representar logro satisfacer mis expectativas. Y además tuve un rato agradable mientras trabajábamos en él. Aún así, me sentí inhibido a demostrar toda la emoción que tenía por el trabajo con la plastilina.
La verdadera razón de la inhibición fue la interacción mía con el ambiente, en este caso: mis compañeres de equipo. Esta experiencia me parece un ejemplo de la interacción reciprocidad triádica: Por una parte mi condición hiperfijada, por otra parte el ambiente no tan estimulado por la actividad, y por otra parte la conducta que resulto de dicha interacción.
Después de reflexionar sobre esa actividad puedo decir que me siento orgulloso de haber gestionado mis emociones y evidenciar autoeficacia para el desarrollo de la actividad.
Por otra parte, también encontré interesante cómo mi actitud motivada y activa con la plastilina motivó el trabajo de mi equipo, demostrando una influencia desde el ambiente (yo) hacia la conducta de mi equipo.

Resultado de la actividad. En plastilina algunas de las funciones de cada parte del cerebro.